La plaza de la avenida permanecía vacía, uno de los pocos días que esto sucedía era los domingos por la noche, él sabía que esto era así, por eso sus caminatas se habían trasladado a este espacio temporal.
Enfundado en zapatillas, jeans, y la delgada chaqueta azul que llevaba, caminaba por el centro del parque con ambas manos en los bolsillos del pantalón. El cielo estaba oscuro, solo un par de estrellas pequeñas se divisaban a momentos y realzaban aun más la negrura del firmamento. Los pocos sonidos que se escuchaban, pertenecían a perros, aves y los vehículos que pasaban cada cierto tiempo por las calles a los costados.
Decidió tomar un descanso, soltó su pesado cuerpo sobre una de las frías y duras bancas del lugar, subió la mirada para echar un nuevo vistazo al cielo y exhaló el aire helado con un largo y profundo suspiro, observó sus zapatillas, y las huellas que venia dejando sobre la tierra, volteo la cabeza para ver una negra ave aleteando entre las ramas de algún arbusto y volvió la mirada hacia sus pies.
De pronto, sus ojos inexpresivos se quedaron clavados sobre la imagen de un árbol, uno distinto a todos los del lugar, - me gusta ese árbol – pensó, - es como un árbol de cuentos – se terminó de aclarar a si mismo. Se mantuvo unos minutos con la vista fija observando el natural monumento, y pensando en los misterios que este podía esconder.
Un fuerte ruido lo saco de su trance, dio media vuelta la mirada, girando poco más que su cabeza, para darse cuenta que el sonido provenía de los frenos de un automóvil, donde un conductor con evidentes signos de no estar en condiciones para conducir, debió haber confundido las luces del semáforo.
Dejando de lado la distracción, se volvió para enfocar de nuevo la imagen del árbol, pero su expresión se transformó en asombro cuando la visión que se presentaba ante sus ojos mostraba la luminosa figura de una mujer. Era fulgurante como un relámpago, y permanecía inmóvil a un costado del árbol devolviéndole la mirada con expresión firme.
Entre sorprendido y emocionado, intentó levantarse y emprender el rumbo hacia la mujer, pero una vez de pie, sus piernas no se movieron más. La observó con más detenimiento, sus ojos brillaban como diamantes de jade, y parecía flotar por sobre el suelo del parque, su piel blanca transmitía una tranquilidad por la que se sintió sobrecogido y quiso con más ganas acercarse a ella, pero su cuerpo no obedecía a su mente, no podía mover un solo músculo, y su corazón se agitaba con fuerza.
El deseo de caminar logro que dejará de mirar a la mujer y bajara la vista a sus pies, cuando sus ojos se depositaron sobre sus zapatillas, sintió que recuperaba la movilidad al instante, que sus venas se llenaban de sangre nuevamente, y también de una inesperada alegría. Subió la vista, pero lo único que tenia ante él, era un árbol, un árbol que parecía de cuentos.
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