Compré un café para pasar el frío, llevaba tan poca ropa puesta como la que llevaba en mi mochila. Al momento de empacar solo pensé en lo esencial, tomé las prendas que se encontraban más a mano en cada cajón de mi armario, mis documentos y todo el dinero que pude encontrar, eché un último vistazo a mi habitación, y no sin ganas de arrepentirme, salí.
En el terminal de buses la gente se paseaba de un lado a otro, nervioso buscaba con la mirada tratando de no encontrar ningún rostro conocido. Paseaba la mirada entre el vaso desechable de café, los dos pasajes que sostenía entre mis manos y la entrada del lugar, ya faltaba poco, ella llegaría y abordaríamos el transporte que nos permitiría vivir al fin juntos.
Aun con todo listo y dispuesto, en mi mente me costaba asimilar lo que pasaba, en algún punto tomamos la decisión más importante de nuestras vidas, escaparíamos en dirección a nuestra felicidad y dejaríamos atrás cualquier cosa que nos impidiera ese propósito. Todo un cuento de hadas.
Bebí un sorbo de café para intentar aclarar mis ideas, pero mi concentración fue interrumpida al instante, en la entrada, en medio de una multitud de desconocidos, mi princesa caminaba en dirección hacia mi, sus piernas parecían temblar mientras se acercaba y su cabeza permanecía con la mirada clavada en el piso.
Un segundo vistazo al cuadro que se formaba ante mis ojos me dio una idea de lo que sucedía. Ella estaba aquí, pero no traía equipaje, ni siquiera un pequeño bolso, pensé por un momento en que quizás el tiempo la había apremiado y no había alcanzado a traer nada, pero la deseche la idea de inmediato, la realidad era mucho peor.
Esperé que llegara hasta donde yo estaba, me levanté y la observé, no dije nada, no era necesario. – No puedo – dijo, - de verdad lo siento, pero no puedo irme así -, - está bien -, le dije, - te entiendo – mentí.
No lo entendí para nada por supuesto, deje mi vida, mi carrera, todo. No hablamos una sola palabra más, ni siquiera nos despedimos, ella volvería a su casa y con un poco de tiempo olvidaría todo. Para mi no había regreso, subiría a ese bus, con ella o solo, ahora sabia cual de las dos sería.
La miré fijo, no lloré, aun no. Repasé rápidamente nuestra relación y el momento que estábamos viviendo, esboce una triste sonrisa y di media vuelta en dirección a la incertidumbre de mi futuro, después de todo, yo no era ningún príncipe azul y a ella no se le había perdido ningún zapato de cristal.
Insisto, vamos piense; ¿Qué tienen en común las siguientes películas?
Star Wars: El imperio contraataca
Hannibal: El silencio de los inocentes
Terminator: El juicio final
Alien: El regreso
Matrix: recargado
Batman: el caballero de la noche (tomando en cuenta solo la nueva generación)